Si estás pensando en convivir con un loro, hay algo que debes tener muy claro y es que no nacen mansos ni domesticados. A diferencia de perros o gatos, estas aves conservan intactos sus instintos de supervivencia. Desde que salen del cascarón saben que deben desconfiar de lo desconocido, huir de posibles depredadores y defenderse si se sienten amenazadas.
Y aun así, lo fascinante es que logran adaptarse a la vida en un hogar humano. Pueden reconocer nuestra voz, integrarnos en su bandada e incluso ver a su tutor como pareja. ¿El truco? Paciencia, constancia y una buena dosis de respeto por lo que realmente son animales silvestres.
El vínculo requiere constancia
Un error muy común es pensar que, si un loro es dulce de pequeño, lo será siempre. La realidad es otra y es que su carácter depende de la atención y el manejo que reciba a lo largo del tiempo. Por eso, debes tener en cuenta:
- Cuando reciben contacto diario, juego y estimulación, se mantienen sociables y confiados.
- Si, por el contrario, se les descuida, esto hace que aparezca su lado más salvaje. Lo que conlleva que se vuelven ariscos, muerdan con fuerza o evitan la interacción.
Un ejemplo muy claro son los agapornis, también conocidos como inseparables. Estas pequeñas aves son cariñosas y juguetonas cuando se crían con contacto humano frecuente, pero basta con unas pocas semanas sin manipulación ni interacción para que su comportamiento cambie por completo. Pueden volver a mostrarse desconfiados, ariscos y mordedores, como si nunca hubieran tenido trato cercano. Y lo más complicado es que recuperar esa confianza perdida no es algo inmediato, ya que suele ser un proceso largo, que requiere paciencia, constancia y rutinas diarias de acercamiento. En algunos casos, nunca llegan a ser tan dóciles como antes, lo que demuestra lo delicado que es su vínculo con los humanos.
Pero antes de ponerte a trabajar en el vínculo con tu loro, es fundamental comprender su carácter y comportamiento. Estas aves no tienen una personalidad fija, lo que hoy parece ternura y docilidad, mañana puede transformarse en independencia o territorialidad y eso depende de ti.
Conocer estas variaciones te permitirá interpretar mejor sus reacciones y evitar malentendidos. Además, debes tener en cuenta que su forma de relacionarse cambia a lo largo de las diferentes etapas de crecimiento. Desde la curiosidad de la juventud hasta la intensidad de la adolescencia y la madurez, cada fase trae consigo nuevos retos y aprendizajes tanto para el loro como para el tutor.
¿Porqué mi loro adolescente se comporta distinto?
Si adoptas un polluelo, tendrás la oportunidad de acompañarlo en todo su proceso de crecimiento, incluyendo su etapa adolescente. Y es que, igual que ocurre en otras especies, la adolescencia en los loros no siempre es una fase sencilla.
Durante este periodo entran en juego los cambios hormonales, que pueden transformar a un ave dulce y dependiente en un loro territorial, más ruidoso y con tendencia a morder. No es que “se haya vuelto malo”, sino que está atravesando una fase natural de desarrollo.
Muchos tutores se sorprenden cuando su loro, de repente, “cambia de carácter”. Lo que ocurre es completamente natural. Por eso, es fundamental entender que la adolescencia no es un problema, sino un proceso evolutivo normal. Con paciencia, manejo positivo, rutinas claras y mucha comprensión, esta etapa puede superarse sin grandes conflictos.
Te cuento un poco algunas cosas que puedes ver en tu pequeño adolescente alado:
- Cambios de comportamiento: al llegar a la madurez sexual, pueden volverse más territoriales y protectores.
- Miedos puntuales: un susto fuerte puede marcar un antes y un después en su confianza.
- Falta de atención: periodos prolongados sin interacción derivan en frustración y conductas complicadas.

Estos cambios pueden desencadenar un círculo vicioso, como por ejemplo el loro muerde, el tutor le teme, disminuye la interacción, y el ave se frustra aún más, grita o incluso se arranca plumas. La clave está en entender que estas etapas forman parte de su desarrollo y que requieren acompañamiento, no aislamiento.
El círculo vicioso del comportamiento
A veces los tutores empiezan a sentir miedo o rechazo hacia su loro porque pica, grita más de lo esperado o muestra actitudes que parecen agresivas. Sin embargo, estos comportamientos forman parte de su naturaleza y no deberían ser vistos como señales para apartarlos. Al contrario, lo que el ave necesita en esos momentos es acompañamiento, comprensión y rutinas claras que le devuelvan seguridad. Cuando en lugar de atender estas necesidades se opta por el distanciamiento, comienza un círculo vicioso en el que el loro se frustra más, el tutor interactúa menos y la relación se deteriora.
En este punto, muchos tutores recurren a soluciones rápidas que casi nunca resuelven nada:
- Aislar al loro en otra habitación.
- Buscarle un compañero “para que no moleste”.
- Darlo en adopción o entregarlo a un santuario.
Este es el motivo por el que tantos refugios de loros están saturados. No porque los loros sean “malos”, sino porque sus necesidades no se comprendieron ni se atendieron desde el principio.
¿Influye donde está mi loro a su carácter?
La respuesta es sí, y más de lo que imaginas. El lugar donde coloques a tu loro en casa influye directamente en su comportamiento y en su bienestar emocional. Es fundamental que disponga de un espacio adaptado a sus necesidades, donde no se sienta aislado ni relegado a un rincón olvidado. Nunca debe estar en un garaje, una terraza sin compañía o una habitación en la que nadie entra ya que eso solo genera soledad, frustración y conductas problemáticas.
Además, el espacio debe ajustarse al tamaño y necesidades de cada especie. Como principio básico, no tengas nunca un loro más grande de lo que tu casa puede ofrecer. Por ejemplo, un guacamayo necesita un aviario amplio y varias horas de vuelo libre todos los días. Si no cuentas con esas condiciones, lo más responsable es optar por especies más pequeñas, como pyrrhuras, ninfas o periquitos.
Un loro pequeño en un espacio generoso será siempre más feliz que un loro grande encerrado en una jaula demasiado pequeña. Elegir con cabeza, adaptando la especie a tu entorno, no solo evita frustraciones, sino que asegura una convivencia saludable y una vida plena para tu ave.
Aceptar su esencia
La personalidad de un loro no es estática, cambia con la edad, con el trato que recibe y con su entorno. A veces será dulce y cercano, otras más independiente o territorial. Lo importante es entender que no estamos conviviendo con un animal domesticado, sino con un ser silvestre que, pese a todo, decide compartir su mundo con nosotros.
Si respetas su naturaleza, dedicas tiempo a su vínculo y adaptas tu vida a sus necesidades, disfrutarás de una relación única: intensa, compleja y profundamente enriquecedora.